Nos hicieron creer…

Nos hicieron creer que el “gran amor”, sólo sucede una vez, generalmente antes de los 30 años. No nos contaron que el amor no es accionado, ni llega en un momento determinado.

Nos hicieron creer que cada uno de nosotros es la mitad de una naranja, y que la vida sólo tiene sentido cuando encontramos la otra mitad. No nos contaron que ya nacemos enteros, que nadie en nuestra vida merece cargar en las espaldas la responsabilidad de completar lo que nos falta. Las personas crecen a través de la gente. Si estamos en buena compañía es más agradable.

Nos hicieron creer en una fórmula llamada “dos en uno”: dos personas pensando igual, actuando igual… que era eso lo que funcionaba! No nos contaron que eso tiene un nombre: anulación. Que sólo siendo individuos con personalidad propia podremos tener una relación saludable.

Nos hicieron creer que el casamiento es obligatorio y que los deseos fuera de término deben ser reprimidos. Nos hicieron creer que los lindos y flacos son más amados. Nos hicieron creer que sólo hay una fórmula para ser feliz, la misma para todos, y los que escapan de ella están condenados a la marginalidad. No nos contaron que estas fórmulas son equivocadas, frustran a las personas, son alienantes, y que podemos intentar otras alternativas.

Ah, tampoco nos dijeron que nadie nos iba a decir todo esto: cada uno lo va a tener que descubrir solito. Y entonces, cuando estés “enamorado de ti mismo” podrás ser feliz y te enamorarás de alguien.

Vivimos en un mundo donde nos escondemos para hacer el amor mientras la violencia se practica a plena luz del día.

John Lennon

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El capitalismo se acaba… ¡Salvemos el capitalismo!

Los amigos de LaDinamo, han traducido, en su magnífico blog, una entrevista que el diario Le Monde realizó a Immanuel Wallerstein en la que proclama que la era capitalista ha entrado en su última fase y ya toca a su fin. Este sociólogo fue «prácticamente el único que supo prever el derrumbe del bloque soviético que a tanto avezado analista cogió por sorpresa», así que parece ser alguien que sabe de lo que habla.

Wallerstein analiza la situación política y económica actual atendiendo a diferentes teorías económicas que definen las fases por las que transcurre cada sistema económico dominante. Sus conclusiones hablan de que estamos en un periodo de transición entre dos modelos y se muestra bastante pesimista sobre el futuro sistema que sustituirá al capitalismo financiero, que ya conoció como antecesores al capitalismo mercantil y al capitalismo industrial. El analista neoyorquino concluye su tesis con esta desconcertante advertencia: «Estados Unidos está a punto de convertirse en el país más inestable políticamente del mundo entero. Y no olvidemos que nosotros, los americanos, estamos armados…».

Otros se lo toman con más humor y han puesto en marcha la iniciativa ¡Salvemos el capitalismo! En su web puede leerse el manifiesto que han redactado, algunos vídeos y más cosas; pero a mí, personalmente, lo que me ha dejado de una pieza han sido las declaraciones de Iñaki Anasagasti que preguntado, entre otras cuestiones, sobre lo que se puede esperar de la inminente reunión del G-20, se despacha con la siguiente frase: «Espero que le hagan entre todos una buena despedida a Bush como en las películas de El Padrino, que de la tarta salía un tipo mal encarado disparando con una metralleta».

Vayan tomando asiento que el mundo viene raro, raro…

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Llenar el vacío

En estos días, hay una imagen que se abre paso en mi habitación a través del hueco que dejan las cortinas. Se trata un hombre, africano, algo más joven que yo, que se mueve con agilidad felina por los andamios instalados en el edificio que está enfrente de mi casa. Están de obras, meten mucho ruido y han levantado una enorme estructura que cubre la fachada. Se diría que van a renovar la vieja cara del inmueble a base de rodillo y pintura.

El chico negro del casco blanco parece ocupado. Concentrado, sube y baja las frágiles escaleras que conectan cada piso del ensamblaje. No adivino, a ciencia cierta, qué es lo que hace exactamente, pero no para de moverse. Cargado de aparente indiferencia, planta cara a la tragedia de un posible resbalón con la exigua protección del trozo de plástico que cubre su cráneo. Mientras, yo me permito el lujo de holgazanear unos minutos más en la seguridad de mi cama, antes de levantarme y enfrentarme a mis propios peligros, que serán, probablemente, mucho más etéreos, más abstractos.

Cuatro pisos más abajo se despereza ese sitio donde las cosas suceden. El lugar donde habitan los negocios y la gente se enamora. Donde los niños juegan y la policía pidé carnés de identidad.

Y entre medio no hay nada. Nada aparente entre el hombre del andamio, la calle y mi habitación. Tan sólo el vacío de la mañana.

No hay nada más. Sólo el frío vacío oteiziano que permite a las notas de un contrabajo expandirse mientras todavía resuenan los slogans de la última manifestación. Ese enorme vacío parece ser lo único que nos conecta. Pero ya es algo, es mucho. Son las posibilidades las que conforman el vacio aparente y lo llenan. Lo desbordan de opciones. Es la representación de lo posible, el escenario dispuesto para aquello que puede acontecer. Puede que sea sencillamente todo, para quien tenga puestos los ojos de ver.

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La crisis Ninja y los 7 pecados capitalistas

Hace unos días, mi compañero Mikel decía aquí mismo, que «si algo bueno tiene la crisis es que parece que estemos poniendo un poco más de interés de lo habitual en aprender algo de economía… y de política». Es muy cierto, y en ese contexto, estos días se están reproduciendo los intentos por traducir al lenguaje de los mortales toda esa maraña de términos financieros que casi nadie entiende y que suponemos explican las causas y entresijos de la actual coyuntura.

En este sentido, la reflexión que hace Leopoldo Abadía en su artículo La crisis Ninja está teniendo un éxito de difusión que supera con creces las expectativas del propio autor que admite que lo escribió «para ver si yo mismo conseguía entender algo de lo que está pasando».

Otros, como Ignacio Escolar, recurren a la metáfora bíblica para confeccionar un renovado listado de los siete pecados capitales, perdón, capitalistas. Rebajar algunos de estos crímenes a la categoría de «pecados» parece dar a entender que pudieran ser corregidos a base de avemarías cuando, más que ante conductas desviadas y pecaminosas, probablemente estemos frente al intrínseco modus operandi del mercado «libre». En todo caso, la metáfora merece la pena. He aquí los 7 pecados capitalistas, según San Ignacio (Escolar).

1. La lujuria especuladora.
2. La pereza de los reguladores
3. La envidia del paraíso fiscal
4. La codicia de los directivos
5. La gula de los inversores
6. La ira del planeta
7. La soberbia del PIB

Puedes leer aquí Los siete pecados capitalistas, artículo completo.

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Tu política es una mierda (y tú lo sabes)

Sin que sirva de precedente, voy a hablar de política. Y lo voy a hacer dirigiéndome a ti, que tienes un puesto en una organización y también a ti, que ostentas un cargo público en alguna administración. Quiero dirigirme a ti, que militas en un partido, y a ti que trabajas en una ONG o en una fundación. También es para ti, que coordinas un gabinete de prensa, para ti que escribes discursos, para ti que redactas comunicados, para ti que diseñas estrategias. Esto es para ti, que quieres mejorar las cosas y tienes una labor militante. Me dirijo a ti, tú, que has adquirido un compromiso con tu país, con tu pueblo, con tu lengua, con tu clase, con tu género, con tus ideas, contigo, con los demás, con el mundo.

Esto es para ti.

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La subjetividad de los objetos

Me he enterado en eztabai, a través de la txistorra digital, de un interesante ejercicio que están realizando varios bloggers y sus lectores. Cada uno puede hacerlo en su propia casa. Ingredientes: una cucharada de tiempo, kilo y medio de materia gris y una pizca de ganas de conocerte a ti mismo/a. «La bandera de Cuba, el primer zapato de mi hijo, un lazo rojo que me encontré en la calle…», son algunas de las cosas que extrajo Sonia en colesterol.

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Desde el interior de Matrix

Supongo que Andy y Larry Wachowski no necesitan presentación. Son los creadores de The Matrix, una trilogía que, en mi opinión, representa todo un completo tratado audiovisual de filosofía. Os quiero proponer hoy esta entrevista, sobre los significados de Matrix, realizada a Larry Wacohwski nada más y nada menos que por Ken Wilber. Un día de estos comentaré sobre su obra más ampliamente pero creo que no exagero si digo que Wilber es probablemente el filósofo vivo más importante, al que algunos llaman el «Einstein de la Conciencia». Su investigación, entre otras cosas, pretende integrar las escuelas sociológicas, psicológicas y filosóficas occidentales con las tradiciones de pensamiento orientales, para ello trabaja en el desarrollo  del paradigma integral, donde articula de forma transdiciplinaria gran cantidad de perspectivas para abordar el fenómeno humano.

La entrevista que sigue a continuación la publicó el blog Ondas en la Superficie del Ser, y fue traducida por Pablo Nebreda.

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Galaxia de Ideas

Tengo que empezar disculpándome por la tardanza en dar cuentas de los resultados de la primera )afari & affaire( que tuvo lugar el pasado jueves día 9. La verdad es que ya acudí a la cita bastante pocho, afectado por un inoportuno virus y que me ha dejado varios días medio grogui. Ya repuesto, os cuento lo que dió de sí la cena y sobretodo, la sobremesa.

Tras algunos SMS de última hora disculpándose, finalmente nos reunimos 5 personas, aunque una de ellas se tuvo que ir. O sea que estuvimos más que en familia, en Comité Permanente. Pero nos lo pasamos muy bien, y tras la cena estuvimos una hora aproximada echando ideas, discutiéndolas y madurándolas un poco. Finalmente tomamos la decisión de enviar al propio Google nuestras burutazioak en forma idea para el concurso.

Éstas son las líneas que hemos enviado a Google bajo el seudónimo de )afari& affaire( y siguiendo el cuestionario del concurso:

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El efecto de la Teoría King Kong

!Demoledor! Esa es la palabra que mejor define la impresión que me ha causado «Teoría King Kong» de Vrginie Despentes, que ya comentamos aquí. Debo admitir que hacía tiempo que no leía nada tan revolucionario, tan radical, tan visceral. Pero antes de admitir eso, debo también reconocer que me he enfrentado al libro de Despentes con cierta desconfianza hacia «el personaje». Inicialmente no me sedujeron esas definiciones que los medios hacen de la autora como «la diva punk de las letras francesas» o «la dama de la literatura trash». Así que acometí la lectura de su libro con cierto recelo. Esperaba encontrar más pose que contenido. Esperaba encontrar radicalidad gratuita. Eso me pasa por esperar. Mis prejuicios se desvanecieron en las primeras páginas, de un plumazo, así que fui devorando con ansia los siguientes capítulos y ya no volví a reparar en ellos. Pero, cuando en el tramo final Despentes habla de los recelos que tenemos los hombres hacia toda mujer que se aleje del estereotipo femenino de turno, recordé, como una bofetada, mis prejuicios iniciales. Entonces me sentí gilipollas. Me sentí retratado, hombre y gilipollas, qué le vamos a hacer.

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Enseñanzas de una vida: Las piedras

Un asesor de empresas experto en Gestión del Tiempo quiso sorprender a los asistentes a su conferencia. Sacó de debajo del escritorio un frasco grande de boca ancha. Lo colocó sobre la mesa, junto a una bandeja con piedras del tamaño de un puño y preguntó: ¿Cuantas piedras piensan que caben en el frasco?

Después de que los asistentes hicieran sus conjeturas, empezó a meter piedras hasta que llenó el frasco. Luego preguntó: ¿Está lleno? Todo el mundo lo miró y asintió. Entonces sacó de debajo de la mesa un cubo con gravilla. Metió parte de la gravilla en el frasco y lo agitó. Las piedrecillas penetraron por los espacios que debajan las piedras grandes. El experto sonrió con ironía y repitió: ¿Está lleno?

Esta vez los oyentes dudaron: Tal vez no. ¡Bien! Y puso en la mesa un cubo con arena que comenzó a volcar en el frasco. La arena se filtraba en los pequeños recovecos que dejaban las piedras y la grava. ¿Está lleno? preguntó de nuevo.

¡No!, exclamaron los asistentes. Bien, dijo, y cogió una jarra de agua de un litro que comenzó a verter en el frasco. El frasco aún no rebosaba. Bueno, ¿qué hemos demostrado?, preguntó. Un alumno respondió: Que no importa lo llena que esté tu agenda, si lo intentas, siempre puedes hacer que quepan más cosas.

¡No!, concluyó el experto: lo que esta lección nos enseña es que si no colocas las piedras grandes primero, nunca podrás colocarlas después. ¿Cuáles son las grandes piedras en tu vida? ¿Tus hijos, tus amigos, tus sueños, tu salud, la persona amada? Recuerda, ponlas primero.

El resto encontrará su lugar.

Autor: desconocido.

Las piedras sólo son una triste excusa, lo sé. Pero me ayuda a recordarlo…  necesito recordarlo.

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